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Estamos hechos de retazos PDF Imprimir
Lunes, 05 de Marzo de 2007 18:57
Por duodécima ocasión volverá la Villa de San Cristóbal de La Habana a ser, el próximo mes de abril, la sede del «Encuentro Internacional de Danza en Paisajes Urbanos: Habana Vieja, Ciudad en Movimiento», cita que ha ido experimentando un sólido crecimiento, y que, con el devenir del tiempo, se ha convertido en punto de referencia obligatorio en el ámbito coreográfico contemporáneo.

A nadie le caben dudas que, detrás de cada edición del Encuentro existe, además de un pequeñísimo y laborioso equipo de trabajo, un nombre: Isabel Bustos, coreógrafa y directora de la Compañía de Danza-Teatro Retazos, agrupación de vanguardia que tiene como sello una vitalidad inagotable. Y es que ese sello de laboriosidad lo ha impuesto la Bustos, una artista que, por su historia personal, se nos muestra tal un crisol donde se agolpan un montón de vivencias y sensibilidades…


«Mi historia comienza como casi todas: la madre que quiere que su niñita baile. Ella me llevó a la Casa de la Cultura Ecuatoriana ―una institución para el fomento de las artes―, y matriculé como alumna aproximadamente a los ocho años de edad.

En 1962, la familia viajó a Cuba en misión diplomática. Cuando se rompen las relaciones de casi todos los países latinoamericanos con la Isla, entre ellos Ecuador, mi madre decide quedarse en La Habana. Creyó que ese era su destino, rompió con todo y por supuesto, mi hermana y yo permanecimos junto a ella.

Años después ambas ingresamos en la Escuela Nacional de Arte (ENA); mi hermana en la especialidad de artes plásticas y yo en ballet. Nunca tuve las grandes condiciones indispensables para triunfar como bailarina clásica, sin embargo en la escuela mostraba tener buen oído y, tal vez, podría haber sido en el clásico, una buena bailarina de carácter.

Estudié en la ENA, donde recibí clases de excelentes maestros, como Loipa Araujo, Mirta Plá por solo mencionara dos estrellas del ballet cubano. Tal vez habría podido quedarme como bailarina de carácter, pero me fui a la Compañía Danza Nacional de Cuba. En esta agrupación permanecí mientras que Don Ramiro Guerra era su director. Bailé en algunas de sus coreografías, pero finalmente decidí retornar a Ecuador.

Ya en Quito, integré la Compañía Nacional de Danza, luego volvería a Cuba y, posteriormente, viajé a México, allí constaté que me interesaba mucho más realizar obras  a  repetir coreografías de otros donde no me sentía completamente plena. Comenzaba a llamarme ese bichito de la creatividad. Eso le pasa a la gran mayoría de los jóvenes que quieren tener su propia experiencia en el difícil oficio de la creación coreográfica.

Mis primeros trabajos como coreógrafa  los realicé en  la Compañía de Danza de Ecuador los cuales tuvieron éxito. También en México trabajé en el Centro Superior de Coreografías; allí tomé muchas clases con varias compañías y maestros. Posteriormente, obtuve una beca de la UNESCO para estudiar coreografía en París.»

 


Y ese paso por París y el ponerse en contacto con otra cultura, ¿qué significó?

Definitivamente, allí me di cuenta de lo que era capaz de producir. Entonces, armada de los conocimientos adquiridos en Europa, elegí volver a Cuba.

¿Y para qué sirvió ese choque?

Sentí que realmente la coreografía tiene mucho que ver con el individuo; es la manera como cada persona ve el arte y, en este caso, a través del movimiento. De golpe, comprendí que lo más profundo del crear es encontrar una identidad, ahondar en una forma de decir y hacer.

Entendí que los latinoamericanos tenemos que encontrar nuestro propio sello a nivel individual y continental. La problemática de los latinoamericanos no es la de los europeos,  eso lo entendí  allá.

Comprendí la importancia de Fernando Botero, entendí a José Lezama Lima y a Pablo Neruda… comencé a advertir la importancia del arte latinoamericano y de las propuestas de nuestro continente. La técnica es muy importante, pero cuando hay algo que decir. La técnica pura no lleva a ninguna parte. Lo imprescindible es el lenguaje individual que busca la universalidad.

Descubrí que todas las artes están interconectadas y la danza tiene mucho que ver con la plástica, con la escultura, con el cine, con el video, con el teatro y, ante todo,  la importancia del gesto. Al final, el arte es uno sólo y en particular la coreografía está casada con las demás manifestaciones artísticas.

Cuando se produce una puesta en escena, la luz resulta fundamental,  estás vinculado a la pintura, al volumen, a la forma, particularmente  a la música porque el sonido imprime estados de ánimos diferentes aunque también el silencio define muchísimas situaciones. Toda la dramaturgia que puedes ver en el movimiento está comprometida.

Entonces, ¿ve la coreografía como una síntesis?

Una gran síntesis poética sobre (o a partir de) la imagen. Es lo más importante.

¿De París regresa a La Habana?

Regreso en 1987 y aquí tiré anclas definitivamente. Siempre iba y venía; era como el gran amor que no se olvida nunca. Me instalaba en un lugar y luego regresaba. Me dije: si mi espacio, mi lugar, donde siento que respiro mejor y más profundo, disfruto más del sol, la vegetación, la vida, la gente, la revolución… yo era parte de todo eso. No entendía que la vida podía hacerse en otra parte. Me sentí útil aquí y creía que tenía sentido quedarme. Asumí todo de golpe: la maternidad, la profesión y la vida en Cuba.

En 1987 crea Danza-Teatro Retazos, ¿bajo qué presupuestos?

Primero trabajé con muchas gentes de la Escuela de Arte y de ahí nace el nombre: Retazos; retazos de emociones, retazos de vivencias de cada uno de los muchachos que incorporaba al trabajo, retazos de pensamientos, de filosofías que circulaban de un lado a otro y de una persona a otra. Llegué a la conclusión de que todos estamos hechos de retazos, somos retazos de algo más grande. Así nació el nombre y desde entonces Retazos anda retaceado por la vida y en cada etapa se plantean cosas diferentes, pero tiene un gran abanico de posibilidades. Hoy cumplimos 20 años.   

En estas dos décadas, ¿cuáles han sido los cambios esenciales que se han experimentado dentro de Retazos o acaso se ha mantenido fiel a sus postulados iniciales?

Creo que soy bastante fiel a los inicios. Pienso que esa dramaturgia emocional que está implícita en el trabajo de Retazos se mantiene intacta aun cuando hagamos algo que no pasa de un mero divertimento. Eso es muy importante. Creo que sin poesía no hay nada y trato de que en cada puesta se manifieste un sentido poético.

Con el paso del tiempo y etapas se imponen cambios, ¿la estética por la que apostó Retazos ha sufrido variantes?

Ha cambiado en el sentido de la técnica, tratamos de hacer puestas que busquen y expresen la contemporaneidad, que conmueva la vida de los bailarines, del individuo; pero siempre es muy importante no perder la universalidad. Por supuesto que uno va evolucionando, la gente va cambiando, la gente va creciendo y uno trabaja con los elementos de la realidad circundante, que son maravillosos.

A veces contamos con músicos en vivo, hemos elaborado proyectos conjuntamente con cineastas, con videoastas, con escultores, con pintores… hay algo importante: el querer conocer otros campos e incorporarlos a lo que realizamos. Eso es esencial al igual que trabajar «a cielo abierto», con los balcones, con los adoquines, con las plazas, con las calles. Siempre es un reto.

Entonces, ¿Retazos se mimetiza en cada acto creativo?   

Así es. Trabajamos mucho en esa vertiente; les otorgamos mucho peso al contexto y a lo que éste sugiere. Es algo muy atractivo. Si estoy frente a un balcón en La Habana Vieja, me puedo remitir a la historia de ese lugar o a la arquitectura, a los arcos, a las ventanas o simplemente a un transeúnte que pasa. Cuando el azar y la sugestión se tocan, creo, puede surgir algo trascendente.

Estamos, casi, a las puertas de la duodécima edición del Encuentro internacional de danza en paisajes urbanos: Habana Vieja, Ciudad en Movimiento. ¿Cómo nace este encuentro que ha resistido el paso del tiempo y que surgió, justamente, en un momento difícil de la realidad cubana?

Cuando en el llamado período especial —momento en que la economía cubana sufrió un duro golpe luego de la caída del campo socialista— se cerraron los teatros, me dije: si no haces nada, mueres. Un artista que no realiza o crea nada, muere.

Había que salir a buscar un espacio para seguir existiendo y haciendo. Empecé a recorrer  los interiores de La Habana colonial, y así conocí la intimidad del patio de la Casa de México, la Casa Guayasamín, la Casa Simón Bolívar, los parques. Esos lugares me convencieron que eran espacios poéticos y espirituales, capaces de provocar mis impulsos creativos.  

Me identifiqué de inmediato con este entorno, y decidí que era el ideal para crear a partir de las escaleras, de los espejos, y de cuanto elemento Eusebio Leal —ese maravilloso ser que es el historiador de la Ciudad de La Habana—,  ha rescatado con tanto amor y con tanto primor. Me dije: tengo que sumarme a esto y crear aquí.

Empezó Retazos solo, y luego comencé a preguntarme, ¿por qué no invitar a otros artistas a hacer sus obras aquí? En vez de traer una pieza y ponerla en un teatro creo que el reto de crear en estos espacios es mucho más interesante. Así empezamos.

Poco a poco se ha desarrollado y convertido en un evento multidisciplinario, porque existe mucha gente que hace fotografía, escultura, músicos que se incorporan, bailarines de todas las latitudes… en esos días viajan a La Habana entre mil doscientas y mil trescientas personas y el centro histórico de la capital de los cubanos se convierte en un espacio de creación y de intercambios.

Es una gran fiesta del arte, donde existe una armonía en todo lo que allí se elabora. Creo que es algo importante para que se conozca La Habana, para que todos reconozcan la identidad de los habaneros, para que la gente que viene pueda conocer todas las creaciones que se están haciendo aquí y para que los de adentro adquieran conciencia de lo que les falta.

El haber creado un espacio de intercambio y creación, es de las cosas más importantes para Retazos. Es como decir: se ha hecho algo esencial que es abrir puertas y ventanas a la creatividad de todos los grupos, de todos los intérpretes y de todos los coreógrafos.


¿Qué lugar ocupa la improvisación en lo que se presenta durante el evento?

Al decirte que es un reto es porque estás delante de algo que no está hecho, que tienes que crearlo al instante, que tienes que hacerlo al momento, o sea qué te sugiere una puerta, qué te sugiere una ventana y eso te da mucho pie a la improvisación y a la capacidad creativa de cada  intérprete. Muchas veces artistas invitados se involucran con la población y esta, a su vez, se incorpora a la obra. Hay también algunos creadores que trabajan con los transeúntes o personas de la tercera edad y hasta con los niños.

¿Y qué aporta a la comunidad?

Primeramente, abre espacios emocionales, corporales e intelectuales y, por ende, la gente comienza a percibir la ciudad de una manera diferente. Creo que este evento ha servido, también, para eso. Muchas personas esperan el festival y se sienten emocionados en esos días.

¿Cuando llega a La Habana una compañía de otra latitud trae ya su espectáculo preconcebido o se le ofrece la opción de adaptarlo a los diversos espacios?  

Tratamos de que lo adapten a los lugares e intentamos que la gente venga unos días antes para que se inspire en los lugares. No siempre lo logramos, porque a veces llegan apenas unas horas antes de iniciarse el evento, y no se ha contado con el tiempo suficiente para recorrer la ciudad y, entonces, lo que traen lo adaptan. En general, la idea es crear sobre un espacio arquitectónico, como una gran escenografía.

Tiene de ecuatoriana, de chilena y también de cubana, ¿profesionalmente cómo se sintetizan esos tres componentes?

Haciendo una técnica formativa para bailarines; buscando una manera de componer y poder enseñar ese método de composición.

Igualmente, crear un lugar destinado a los jóvenes para que se desarrollen como intérpretes y como coreógrafos. Trato de concebir un espacio de investigación, de encuentros y de desarrollo entre artistas nacionales y los que vienen de otras latitudes de nuestro planeta. Encontrar sitios para efectuar talleres que impulsen la creatividad de los niños y niñas de La Habana Vieja. A veces Retazos peca de hacer espectáculos muy seguidos y eso provoca un consiguiente desgaste, pero creo, firmemente, que vale la pena. Esa es la síntesis de Isabel Bustos: un ser que se dedica a ver la vida a partir del movimiento.

Algunos críticos afirman que uno de los grandes recursos de Retazos es la composición, algo así como la columna vertebral donde se asienta el trabajo de la compañía ¿Coincide?   

Creo que sí. El ojo para mí es fundamental, la síntesis de lo que ves, el significante de aquello. Por eso la composición lo dice todo. La técnica tiene que estar al servicio de la composición; el bailarín está al servicio de la composición. Me interesa que vaya mucho más allá, que escarbe en la parte afectiva, sensorial, emocional, a la problemática sicológica de las personas, a otras esferas.

Las emociones en primer lugar…

Siempre. Y también una forma de ver el mundo, una filosofía, una manera de buscar. No persigo una danza virtuosa. No es mi fin. Puede que sea vistosa empero que llegue al público y de alguna manera lo atrape. Aspiro a que la gente se emocione y que, de alguna manera, lo que hagamos impresione al espectador.

¿Por qué tanto color negro en Retazos?     

Personalmente me gusta mucho el negro y me visto, generalmente, de ese color.    

Como directora de Retazos, ¿considera que luego de 20 años de trabajo debe cerrar algún ciclo?

Pienso que aún no hemos agotado todas las posibilidades. Existe un pensamiento ambicioso en el sentido de que Retazos siga las producciones, continúe con las investigaciones coreográficas, pueda constituirse en un espacio creativo para que los jóvenes logren realizar sus propias creaciones y mantener la continuidad del proyecto.

Este trabajo social con la comunidad es muy importante, porque obliga a los artistas a no desvincularse de la realidad, y esa experiencia deberían de pasarla no solamente los bailarines, sino todos los artistas en pleno corazón del centro histórico de la Ciudad de La Habana.  

Habana Vieja, Ciudad en Movimiento ¿funcionaría igual en Montevideo, en Buenos Aires o en Río de Janeiro por solo citar tres ciudades?

Hay muchos lugares que tienen eventos parecidos a este, pero no tienen las mismas características del nuestro.

Esta ciudad tiene un encanto especial y, además, todo acontece en un mismo espacio físico. Solo se trata de caminar de un lado a otro. Súmale a eso el entusiasmo del público y la capacidad de incorporarse a lo que se está desarrollando. Es un ingrediente que añade el cubano, porque eso es Cuba: un sentimiento, una forma de ser, de hacer tanto de los espectadores, como de los artistas.

La Habana es especial  y la creatividad la encuentras en las piedras, en las columnas, en los adoquines… en el patrimonio tangible, pero también en el intangible.

¿Expectativas ante el Encuentro internacional de danza en paisajes urbanos: Habana Vieja, Ciudad en Movimiento a iniciarse el próximo mes de abril?

La interrogante es la misma de siempre. Hasta el último momento uno se siente como flotando. Este año vendrán grupos con obras de mayor envergadura. Es muy positiva la masividad, pero hace falta que las propuestas sean inteligentes  y de calidad.

Estamos buscando, también, la calidad humana de las personas, la capacidad para comprender y entender esta ciudad y la solidaridad.

 

Estrella Díaz
Fotos: Alain Gutiérrez
 
 

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