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Artista y auténtica: Isabel Bustos PDF Imprimir
Escrito por Meysis Carmenati   
Miércoles, 18 de Abril de 2012 22:15
¿Cómo llegas a Cuba?
En los primeros años de la Revolución a mi padrastro lo nombran embajador de Ecuador en Cuba. Llegamos mi madre, mis hermanos y yo, y en seguida mi madre se deslumbró con el proceso revolucionario cubano. Dos años después, cuando a mi padrastro lo asignan para otra embajada, ella decide quedarse, apasionada como estaba por lo que ocurría en esos 60.

Así que mi hermana Pilar entró a la escuela de artes plásticas y yo a la de ballet. Eso signifi có mucho para mí. Estaba Fernando Alonso a cargo, y Loipa, Josefina, esas grandes bailarinas, empezaban a ser maestras. Había rigor, dedicación y entrega en la enseñanza. Cuando terminé decidí irme con el maestro Guido González, que era muy creativo y contemporáneo.

Me pareció que esa opción era mucho más clara para mí, porque en verdad yo estaba en ballet por mi madre, pero ni mi estructura mental ni física daban para que yo fuera un cisne.

Luego vas a Ecuador. ¿Qué sucede allí?

En Ecuador, primero, estuve estudiando Sociología, pero había una maestra que por esa época quería fundar la Compañía Nacional de Danza. Por su insistencia volví a la danza, y fuimos la generación que fundó la Compañía Nacional en Ecuador. Allí hice mi primera coreografía. Se llamó Cono Sur y trató el tema de la represión en Chile.
 
Luego estudié en México, en el Centro Superior de Coreografía, y también realicé estudios en París. Estas experiencias fueron muy importantes por el intercambio con coreógrafos y agrupaciones de muchas partes del mundo. Y estando en París me di cuenta de que tenía que regresar a trabajar en América Latina, porque en Europa muchas cosas estaban hechas y aquí había mucho por hacer, y porque los lenguajes siempre iban a ser diferentes. Los latinoamericanos somos más afectivos y tribales, tenemos otro pensamiento. De ese modo conoces y te reconoces, sabes que perteneces a un continente, y dices: “Aquí es donde voy a plantar la bandera”.

¿Por qué regresas a Cuba?

Después de dar vueltas por muchos lugares, dije: “No, es Cuba”, y me quedé aquí. Mi familia estaba involucrada afectivamente con el movimiento revolucionario. Se sentía la euforia de la época. Creo que la vida no tiene sentido si uno no construye algo para la sociedad donde vive. No se puede vivir mirándose el ombligo. Y pienso que este mundo es quizás más difícil, pero también es muy auténtico, un lugar donde podemos ser nosotros mismos y hacer por los demás. Aquí no te lleva la vorágine de la sociedad de consumo. Fuimos también una sociedad de jóvenes que crecimos de una manera diferente, no siempre con la velocidad que queríamos para hacer las cosas, pero, así y todo, la vida tenía más sentido. También me casé aquí, y mi hijo es cubano, y aunque ha sido tan gitano como toda mi familia, sus raíces están aquí, y él regresa y hace obra en Cuba todos los años.

En 1987 fundas Retazos…

La primera generación de Retazos fue muy sacrificada. En esa época yo no tenía local, y trabajábamos en la sala de mi casa que era de 4 por 4. Separábamos los sillones y allí hicimos el primer espectáculo, que presentamos en la sala Avellaneda del Teatro Nacional, un millón de veces más grande que mi sala. Se llamó Mujeres. De ahí salté a mil lugares: el Hubert de Blanc, la Casa Guayasamín, la Casa de María, donde había una especie de teatro de marionetas y una escalera que no llevaba a ninguna parte, un piano destartalado, y utilizamos los elementos que nos brindó el espacio. Ya entonces se llamaba Danza Teatro, porque fue Raquel Revuelta, cuando hicimos una audición para la aprobación de la compañía, quien la llamó así, y gracias a ella existe oficialmente. Luego vino el período especial, y se cerraron muchos teatros.
Por esa época yo fui a la Habana Vieja a ver locaciones, me encantaban los espacios y esperaba encontrar un jardín o un parque para trabajar.

¿Así empiezas el Festival?

Bueno, ¡cuando empezamos éramos cinco gatos! Yo veía que la danza se quedaba en los teatros, y la que se bailaba en la calle era muy subestimada. Lo que el Festival ha hecho es revalorizar el movimiento artístico en la calle, y la relación del público con la danza. En la Compañía siempre hemos apoyado los nuevos proyectos, la libertad de creación, la improvisación. Hoy Retazos es como un laboratorio: lo caracteriza la búsqueda constante. Eso ha influido en su estilo. Hay una forma de moverse, un tiempo que está inspirado mucho en conceptos, hay una dramaturgia.
 
En otras compañías es muy importante la técnica, exhibir el cuerpo. Nosotros hacemos una danza que quiere ser, esencialmente, muy emocional. Cuando empezamos éramos una compañía de siete integrantes, ahora somos unas 30 personas, tenemos tres festivales que ya caminan por sí solos. El Callejero lo empezamos pensando en la gran escenografía que es el Centro Histórico, la gente viene con su fuerza, su armonía y concepto a trabajar en la ciudad; y como siempre me han gustado los retos...
 
Porque Retazos ha sido un poco ese revelarse ante la adversidad, asumir el reto, y pienso que esa ha sido su fortaleza: la perseverancia, el no detenerse nunca ante ideas claras y concretas, no darse el lujo de cansarse. Hoy tenemos apoyo del Ministerio de Cultura y somos parte de la Oficina del Historiador. Gracias a Eusebio Leal este sueño ha sido posible, porque antes éramos nómadas que íbamos con las maletas en la espalda y los proyectos en la mente. Esta sede ha sido el escenario donde Retazos se convirtió en un proyecto mucho más amplio de lo que ninguno de nosotros pudo imaginar al inicio.
 
Eres ecuatoriano-chilena y recibiste el Premio Nacional de Danza en Cuba…
 
Yo vivo hace tanto en Cuba, y uno es parte del medio en que vive, se convierte en una piedrita, en una arena, en una palmera. Yo me siento parte de Cuba. Además te diré que, como Bola de Nieve, yo me siento muy latinoamericana.
 
 

© 1987-2012 Danza-Teatro Retazos • Amargura #61 entre Mercaderes y San Ignacio Habana Vieja, Cuba.