Se trataba de una libre apropiación suya -transformadora en términos de enfoque personal- de una temática y una suerte de convención muy admitida  del repertorio danzario nacional. El estilo abierto, ágil, pulcro y marcadamente hedonista de la compañía Retazos  le daba vida nueva y elegancia a un tipo de visión estética neo-costumbrista que adquirió rango balletístico clásico con El Solar de Alberto Alonso, y se extendió luego por otras zonas del baile escénico y las corpografías televisivas, llegando a derivar -incluso- en esquemas espectaculares de presencia  kitsch  y  recurso gastado por los aficionados.

Andares unió, en términos proxémicos, la gestualidad corporal  de ciertos arquetipos antropológicos de la “cubanía”  con la gracia equilibrada y el diseño de movimientos inherentes a la poética de la Bustos. Había un sensualismo provocador y a la vez lírico en las profesionales danzantes, una fuerza de signo “machista” en la parte masculina del elenco, y un verdadero “juego” de todos con los referentes asumidos del arsenal insular de nuestras criollas  formas del coqueteo, la afirmación sicológica, la expansividad e interiorismo de los bailes, y ese sentido sempiterno y cotidiano que en los caribeños tiene lo festivo.

Isabel y su tropa artística demostraron que saben hacer y expresarse, que sí es posible salvar lo que se ha desgastado por el mal uso, que la armonía entre sonido y arte del cuerpo puede encarnar en cuadros pictóricos interrelacionados, y que el espectáculo también destinado para la percepción no–especializada, puede contar con ordenada belleza, sutiles sugerencias eróticas y una lógica dramatúrgica implícitamente compleja. Con Andares, los resultados de todos los oficios combinados en el montaje danzario alcanzaron el nivel depurado de la síntesis llana, de lo que parece simple por ser sencillo, del  trabajo precedente desplegado por el conjunto de danzarines de ambos sexos , y de la organicidad  existente en el equipo de gente hábil y sensible que completa los proyectos de esa agrupación.

Otra vez quedó demostrado  que el estilo de la Bustos  integra el colorismo (también revelado por su otra dimensión amateur de pintora), la autonomía conjugada de los intérpretes, círculos de giro individual diversificados dentro de círculos relacionales en cada pasaje, evocación intensa de la anatomía que nos habla, silencio  y  clamor, ritmos que vienen desde adentro y se proyectan como enlaces temperamentales, placer de la carne y semiótica del espacio y del atrezzo. Y aunque  a veces el blanco de los trajes (de un simbolismo iterado) afectaban con su peso al resto de las gamas cromáticas variables puestas sobre la vestidura de las bailarinas, se logró una magia de luz que  acentuó la comunicación con el público. Así, Retazos dejaba claro el valor expresivo que –junto con la Compañía Rosario Cárdenas, Danza Abierta y lo no estereotipado de Danza Contemporánea-le sitúa en el sitial primero del arte danzario de la Cuba actual.