Retazos de un laboratorio Imprimir
Viernes, 25 de Noviembre de 2005 02:32
Bailar en cinco estados venezolanos, presentarse en lugares apartados de la selva amazónica y participar en el Festival Internacional de Danza en el Maracaibo es reto que tiene ante sí la compañía de Danza-Teatro Retazos, una de las agrupaciones cubanas que sin duda encabeza la más absoluta vanguardia en cuanto a técnica y proyección escénica.

En sus 18 años de existencia Retazos, que ha formado a un número considerable de bailarines, se ha presentado en escenarios de Ecuador, México, Colombia, España, Italia, Alemania, Paraguay, Francia, Nicaragua, EE.UU., entre otros, y ha concebido coreografías especiales para diferentes compañías profesionales como la Union Dance de Inglaterra y Repertory Dance Theater de EE.UU.
Al concluir el último ensayo antes de partir hacia tierras bolivarianas, conversamos con la profesora, coreógrafa y directora de Retazos, Isabel Bustos Romoleroux, una mujer nacida en Chile, de nacionalidad ecuatoriana y arraigada en Cuba desde el año 1963;  todos esos afluentes se juntan en la Bustos, lo que la convierte, sin dudas, en un gran río de creatividad latinoamericana.

Los inicios de Retazos

«Retazos se funda en 1987 con alumnos recién egresados de la Escuela Nacional de Arte, ENA, y otros que no tenían una formación profesional. La idea era proponer una manera diferente de hacer danza más abierta, más amplia e investigar otras posibilidades. Queríamos romper con lo que estaba establecido, que era una suerte de sistema único.
Comenzamos a experimentar con diferentes personas y elementos y así, poco a poco, se fue fortaleciendo la idea de Retazos. Es por eso que me gusta afirmar que son retazos de emociones, de sentimientos, de personas; vas poniendo en cada obra un trozo de calidad o cualidad de los integrantes del grupo.
De alguna manera, esa forma de concebir la creación me ha hecho instaurar un sistema de trabajo a nivel técnico o formativo que es el estilo implementado en Retazos.
Desde los momentos fundacionales la compañía ha estado abierta a diferentes formas de trabajo y siento que he tomado ideas, conceptos y maneras de asumir el arte de importantes pintores, cineastas, escultores como por ejemplo Federico Fellini, Bertolt Brecht, Konstantín Stanislavski.
Con todas esas influencias he hecho mi propia cosecha. Un artista plástico, por ejemplo, construye su universo de color, de formas y de códigos y eso es lo que intento hacer con Retazos y por eso la compañía tiene un sello particular e identificativo.»

Del Retazos inicial al Retazos actual ¿cuáles son los puntos de permanencia?

Desde el inicio siempre primó la idea de trabajar con elementos. Empecé a hacer mis primeras incursiones en el noveno piso del Teatro Nacional que en ese entonces no era una sala de teatro sino una especie de desván de utilería y escenografías. Un lugar mágico.
Allí, en un pequeño espacio, entre toda ese montón de cosas empezamos a tomar telas, sombreros y a través de esos elementos casuales creamos el primer espectáculo que titulamos «Mujeres». Esta experiencia me convenció de que una coreografía puede iniciarse a partir de un sombrero, una tela, una música, un movimiento, una inspiración determinada, un poema o una imagen que obtengas de la calle. Lo importante es que uno llegue al siguiente convencimiento: esto es el inicio de algo.

El artista que hace un trabajo coreográfico tiene que estar siempre atento y sensible a lo que pasa a su alrededor. Un movimiento es un universo completo; un segundo de movimiento puede ser un siglo en la escena.
De acuerdo con la calidad del movimiento pueden nacer millones de lecturas diferentes y también un silencio puede implicar muchas cosas. En la medida en que va pasando el tiempo y vas trabajando cotidianamente, descubres lo importante que pueden ser dos segundos en la escena. Por audaz que pueda parecer, Retazos está en constante búsqueda de elementos y  por suerte, esa inquietud se mantiene hasta hoy.
Creo que el lenguaje que ha logrado consolidar Retazos es lírico y a la vez intimista, pero sobre todo ha intentado reflejar las disímiles contradicciones culturales y artísticas de nuestro tiempo.
Creo que todo nuestro repertorio constituye una contundente crónica de la espiritualidad latinoamericana en una danza reflexiva, impredecible, legítima y, sobre todo, vital.

La compañía tiene un amplio repertorio y entre sus obras están:  Mujeres (1987), Los siete pecados capitales (1989), En sueños (1991), Carmina Burana (1991), Ah, que tú escapes (1992), La casa de María (1992), Naturaleza muerta con gallina blanca (1990), Las lunas de Lorca (1998), Solamente una vez (1998), Seguir la línea del viento (1999), Bésame mucho (1999), Rosas y herencias (1999), El viaje (2000), Ausencias (2000), Entre luces y columnas (2000), La fuente (20001), Desde el jardín (2002), Cuatro esquinas (2002),  Triciclo (2003), Peces en las manos (2003), Al filo exacto (2004), La vida en rosa, Andares y Algo para soñar (las tres del 2005).

Dentro del vasto repertorio de Retazos ¿cuál ha sido el punto más alto?

Nuestro repertorio es muy diverso. Como dije, la primera obra se llamó «Mujeres» que reflejaba situaciones cotidianas de ese importante sector de la sociedad; una que planchaba, otra que se encontraba con un hombre y tenía un conflicto amoroso, otra que barría, en fin, la cotidianidad de las mujeres estaba reflejada allí, problemas un poco existenciales también. Esa obra fue muy importante porque marcó el inicio.
Otra obra muy destacada en el quehacer de la compañía fue «Naturaleza muerta con gallina blanca», inspirada en el trabajo del dibujante, pintor y escultor colombiano Fernando Botero, un artista tremendamente enigmático y que ofrece una sensualidad a través del volumen; por demás tiene acendrada la raíz latinoamericana en sus situaciones.
Estos hombres pequeños y frágiles y esas mujeres grandes y corpulentas hacen repensar —a partir del volumen— el concepto de belleza y de sensualidad. Fue una obra que tuvo mucho éxito.

También nos hemos acercado a Federico García Lorca a través de «Las lunas de Lorca» que, felizmente, fue estrenada en el jardín interior de la Casa de México, aquí en La Habana Vieja.
Me enamoré de ese espacio y me dije: estas paredes inmensas y difíciles tienen que ver con Bernarda Alba, personaje antológico de la obra del gran poeta granadino. Comencé a investigar, a buscar poemas y textos y creé Las lunas de Lorca, coreografía que tiene en su centro, como casi toda la obra lorquiana, las grandes pasiones.

En el 2004 estrenamos «Al filo exacto» —inspirada en José Lezama Lima, ese grande de las letras hispanoamericanas— que muestra la Isla como un tránsito, donde la gente viene y va, la cotidianidad de las personas y la búsqueda insistente de la identidad, que siempre permanece.
Me parece que es una obra interesante; en Venecia fue muy aplaudida, hubo más de 15 minutos de aplausos y la gente estaba asombrada de que en Cuba se hiciera ese tipo de espectáculo porque pensaban que solo se cultivaban las danzas folclóricas o el ballet clásico y de pronto, se enfrentaron a algo diferente.

También hemos trabajado la línea infantil y tenemos una obra que ya se ha presentado varias veces a los niños de La Habana Vieja titulada «Algo más que soñar.»
Esa pieza, creo, contribuye a despertar en los niños la creatividad, la capacidad de creación y tiene una gran enseñanza: a través de pequeños elementos se pueden crear cosas grandes. La idea de este espectáculo infantil es que el público se involucre y que se sienta realizado.

¿En qué proyectos coreográficos esta ahora inmerso Retazos?

Hemos trabajado mucho, se puso en escena «La vida en rosa» que incluye temas de la cantante parisina Edith Piaf (1915-1963) y se acaba de hacer Andares que es muy cubana.
Esa pieza comienza y termina con la simulación de una preparación para una ceremonia religiosa y al mismo tiempo se van dando a conocer los distintos orishas y los diferentes bailes populares cubanos. Es una suerte de universo completo dado a través de un ritual. Me gustaría continuar ahondando en este tema aunque es un riesgo.

Retazos tiene tres grandes líneas de trabajo. La primera tiene que ver con este espacio, una especie de laboratorio coreográfico, donde cada vez se exige más del profesional a nivel creativo, técnico e intelectual para generar obras de mayor calidad y donde la gente se involucre, pero también aporte.
Como método de trabajo no exijo que se repita mecánicamente, sino que el bailarín se encuentre a sí mismo. Por eso es grande e importante el margen de improvisación, el trabajo es fuerte y colectivo y eso genera ideas.

Cuando llegué a La Habana Vieja —hace unos 11 años, gracias al historiador de la Ciudad de La Habana, el doctor Eusebio Leal—, me enamoré de sus casas, de sus patios y de sus calles y me nació la idea de hacer algo en el centro colonial.
Así nace el Festival Habana Vieja: Ciudad en Movimiento que inicialmente lo hacía Retazos que corría de un lado a otro, de un patio para otro…eran ocho gatos desplazándose para crear cosas diferentes en los espacios.

Siento que en los días del evento La Habana Vieja se convierte en una gran escenografía donde la historia sale a flote; hay que respetar sus columnas, sus patios y sus espacios al mismo tiempo que usarlos en función del arte.
La idea de hacer este evento en la calle —que está casi maduro o adolescente porque tiene 11 años y ya involucra a más de 1 200 creadores habaneros y del resto del país así como del exterior— es convertir a la Villa de San Cristóbal de La Habana durante el mes de abril en una gran fiesta del arte y a la vez, en un gran taller de confrontación.
Festival Habana Vieja: Ciudad en Movimiento aglutina también a pintores, fotógrafos, músicos y por supuesto, los moradores de La Habana Vieja se incorporan a algunos trabajos…los niños tienen un espacio para crear y hay coreógrafos que trabajan específicamente con ellos.
La segunda línea de Retazos es trabajar directamente con los niños, hacer talleres para que se identifiquen, por ejemplo, en cómo hacer una escenografía, realizar labores de utilería, de diseño de luces y de vestuarios. El objetivo es que los niños aprendan diferentes oficios que sirvan para las artes escénicas, que colaboren con Retazos y que sueñen y creen conjuntamente con la comunidad. Ese proyecto lo empezaremos a aplicar el año que viene.
La otra línea es ofrecer funciones para los niños todos los sábados en las mañanas y para los adultos en la noche. Esta idea depende de un sinnúmero de factores que no están a mi alcance, pero estoy segura que coordinaremos esfuerzos y se harán realidad nuestros sueños.

¿Dónde está el punto medio entre la danza y el teatro para crear un equilibrio dentro de Retazos?

El teatro está involucrado en el movimiento. Uso muy poco la palabra: son  acciones teatrales que van junto con el movimiento, pero que salen por la necesidad de expresión.
No se trata de decir: ahora voy a hacer una obra de teatro y la acomodaré a determinados movimientos. No. Siempre parte del movimiento y de la imagen porque creo que con ella se pueden decir muchas cosas.
Danza y Teatro dentro de Retazos se perfilan en el guión coreográfico. Eso es fundamental: cómo hacer un guión, qué logras transmitir, qué quieres en síntesis expresar en ese momento a través de un mínimo texto y un movimiento muy definido para que ese lenguaje pueda transmitir al espectador lo que quieres decir.

 

Parece ser que en Retazos la influencia de las artes plásticas está muy presente.

Personalmente el pintar, el ver nacer un cuadro, ha sido un aporte, un enriquecimiento y a veces hasta una liberación. El hecho pintar te obliga a crear composiciones y eso es un complemento perfectamente aplicable al trabajo de la compañía. No es algo que está afuera sino totalmente metido dentro.
La plástica está presente en los diseños y en la escena misma porque veo la danza desde el punto de vista del diseño espacial. Los bailarines son como esculturas que se mueven y expresan algo. La plástica también está ligada al sentido emocional que te da una imagen. Eso es esencial.
Retazos es un laboratorio porque hago cosas de pinturas más allá de la coreografía y los muchachos van buscando lo que para ellos puede ser más interesante además de bailar.
Andares, la más reciente obra de la agrupación, está diseñada por mí y realizada por los bailarines: ellos decidieron libremente qué cortar y qué incluir. En este momento todos están participando; unos hacen la parte musical, otros la producción y otros la confección de los vestuarios y cada uno se va desarrollando, va creciendo y va conformando esta gran burbuja que se llama Retazos a través del conocimiento. Eso me parece que es una de las cosas más interesantes que está pasando a lo interno de la compañía.

La Habana Vieja ¿inspiración?

La Habana Vieja es mi casa, es el lugar donde respiro, donde soy, donde puedo crear, donde me realizo como persona, como artista, donde genero obras, donde formo gentes y eso es esencial.
Cuando voy a otro lugar puede que me siente muy cómodo. México, por ejemplo, me parece  una ciudad maravillosa, sensacional, fantástica, pero no es lo propio: lo que sale por los poros es La Habana.
Después de un trabajo intenso y sistemático por más de dieciocho años, Eusebio Leal fue generosísimo y nos ofreció un espacio para continuar generando cosas. Tanto es así que hace apenas un año que tenemos nuestra propia sede ubicada en la calle Amargura entre San Ignacio y Marcaderes, en pleno corazón de la Habana colonial.
Es muy importante la labor de animación cultural que impulsa la Oficina del Historiador y ese trabajo hay que apoyarlo y concretizarlo.    

 

¿Cuál es la ambición de Isabel Bustos? , ¿Qué le falta hacer con su compañía?

Estamos haciendo. Simplemente considero que debemos hacer más, con más fuerza, con más energía y, tal vez, con un poco más de apoyo todo fluiría mejor, pero creo que en realidad estamos realizándonos.
Somos una institución que está generando arte, que es capaz de ser universal y a la vez  local, que emociona a las gentes, que les da cosas espiritualmente a aquellos que residen en esta parte de La Habana o que vienen o que pasan. Estamos experimentando todos los días. Eso es esencial no sólo para el artista sino para el ser humano.

Estrella Díaz
Fotos: Cortesía del fotógrafo ecuatoriano Eduardo Valenzuela