¡Buen Aniversario, Retazos! Imprimir
Miércoles, 31 de Enero de 2007 18:37
En la década de 1980 la danza cubana se debatía en un ambiente de cambios importantes. Las influencias europeas de la danza-teatro, fundamentalmente de Alemania, revividas en los setenta por Pina Bausch en su Tanztheater de Wüppertal, se empezaban a conocer en la Isla.
En la gran compañía madre, entonces llamada Danza Nacional de Cuba, se asistía al surgimiento de jóvenes bailarines con inquietudes coreográficas, que pujaban por abrirse paso con estas novedosas tendencias. Pero quizás con un falso concepto de “identidad nacional”, en ella se mantenía la imagen de cubanía irrestricta dictada por el estilo de Eduardo Rivero, Víctor Cuellar o Gerardo Lastra.
Ya una de sus fundadoras, Lorna Burdsall, se había alejado de la compañía para dedicarse a la docencia y había fundado AsíSomos como alternativa novedosa. Por otra parte, bailarinas clásicas dejaban las filas del Ballet Nacional de Cuba para crear el Ballet Teatro de La Habana. Dentro de Danza Nacional, Marianela Boán, Rosario Cárdenas y Narciso Medina, iniciaban sus innovaciones para, tiempo después, independizarse en proyectos personales.
En este contexto cambiante y experimental surge un grupo que vendría a sumarse a este convulso panorama con una propuesta en principio muy apegada a los códigos de Bausch y su Café Muller, pero que con el tiempo se convertiría en todo un proyecto artístico y vital, imprescindible a la hora de historiar la danza cubana y latinoamericana: Danza-Teatro Retazos.

Cosmopolita y soñadora

La fundadora de Danza-Teatro Retazos era, ella misma, un ser cosmopolita: nacida en Chile, criada en Ecuador, estudiante en París y La Habana, Isabel Bustos se presentó como una irreverente no insurgente, onírica y pausada, desordenada y tranquila, con una estética llena de interrogantes; pero que, desde la propia fecha de fundación, en enero de 1987, estaba decidida a dar una visión otra del espectáculo.
Llenó la escena de humo, arena, flores… y de danza; su propuesta enrumbaba hacia la reflexión sobre asuntos del ser humano y sobre todo el de Latinoamérica,  continente que ella conocía por propia vivencia.
Sorprendió con Mujeres, una reflexión en torno a ese sector tan importante y vapuleado de nuestra sociedad; nos hizo volar con Ensueños pieza que marcó su temprana mayoría de edad y su imagen identitaria; retrató en Naturaleza muerta con gallina blanca, ese fresco homenaje a Fernando Botero, la realidades de la América meztiza, llena de plenas y vallenatos, de cumbias y sones, muchos sones; nos hizo padecer con Las lunas de Lorca por el sombrío panorama del Poeta de Granada y cantar con Solamente una vez, al son del enronquecido Agustín Lara.
Siempre encaminada hacia el sueño y el análisis, la producción de Isabel Bustos ha navegado entre lo onírico y la idea, entre realidad y fantasía.

Realidad y consagración

Siempre nos preguntamos cómo Isabel Bustos podía materializar sus fantasmas en aquel piso de la Casa de María en La Timba, en la barriada habanera de El Vedado, convertida por entonces en cuartel permanente de los rockeros; cómo entrenaba en el gélido piso del vestíbulo de la sala Avellaneda del teatro Nacional para, más tarde, cubrirse de harina en el escenario del Mella; cómo organizaba un evento en apariencia descabellado, que pretendía poner a bailar las vetustas mansiones de La Habana Vieja, sus destruidos parques y plazas, sus calles con adoquines intermitentes.
Pues, porque Isabel es una mujer de realidades, aunque necesita soñar para vivir: soñaba con la sede que hoy tiene en la calle de la Amargura, del Centro Histórico habanero; soñaba con su presencia en los escenarios de Ecuador, Francia, los Estados Unidos, Nicaragua, México; en Festivales como los de Lyon o La Habana; soñaba con una Habana reconstruida y hermosa, con una danza cubana en el verdadero sentido del término, alejada de folklorismos externos.
Isabel Bustos no se acostó a “soñar” y trabajó con sus bailarines, con los funcionarios, tocó puertas de instituciones y personalidades. Movió los cimientos de la cultura cubana.
Hoy, veinte años después de aquel enero de 1987, Retazos es una realidad que muestra un catálogo impresionante de obras y de eventos; posee un reconocimiento internacional; es un promotor cultural que reúne las artes danzarias, visuales y performáticas; un fundador de esa hermosa locura que es el Encuentro Habana Vieja, Ciudad en Movimiento, donde se pueden reunir mil artistas en sólo cuatro días, para hacer reverberar la capital de la Isla, en medio de la Semana Santa de cada año.
Retazos cumple ahora sus primeras dos décadas de trabajo cultural, más allá de la danza misma que le dio origen, como una verdadera realidad. De acuerdo con sus propios orígenes y por este hermoso cumpleaños, vaya la felicitación merecida, en especial a esa madre nutricia que es Isabel Bustos, y parafraseando al recientemente resucitado cantante francés Charles Aznavour, les digo: ¡buen aniversario para Retazos!
Ismael S. Albelo